viernes, 22 de agosto de 2014

Matar al mensajero

Por Luis Armando Mendoza Leciano.
 
Matar al mensajero, una costumbre que según algunos historiadores data del siglo VIII y que consiste en matar al portador de malas noticias, se ha arraigado a lo largo de la Historia.
Suele aplicarse en forma despiadada, afortunadamente de manera figurada, contra quienes rompen paradigmas y tabúes, como el derrumbar de su pedestal a ídolos de barro.
Así sucede cuando se desnuda la verdadera cara de algún personaje investido en un halo de falsas virtudes, como es el caso del zar antisecuestros, Renato Sales Heredia.
Sólo así se entienden las descalificaciones de algunas personas, muy pocas por cierto, por haber publicado hechos que involucran al ex procurador campechano en actos de corrupción permitida.
Sólo así se entiende que se pretenda descalificar la información publicada, como si el autor fuera culpable de los actos de corrupción de quien los comete.
Sólo así se entiende que el fanatismo hacia un personaje se convierta en odio contra quien derrumba a su ídolo de su pedestal.
Olvidan quizá que la mentira termina descubriéndose y que la verdad siempre sale a la luz, aunque a veces duela.
Por eso quizás no se refuta con argumentos, sino con descalificaciones sin sentido que sólo exhiben a quien las vierte.
Por eso quizá también se recurre a la opción fácil de matar al mensajero, aunque la verdad sobreviva a cualquier descalificación.

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